Las cámaras lo enfocan mientras él aplaude la labor de sus dirigidos. Se saluda con su ayudante de campo e inicia un breve recorrido que finaliza en el vestuario. Cabeza gacha, camina lentamente, intentando buscarle una explicación a la derrota ante Serbia.
El desconsuelo nace, en gran medida, por la clara posibilidad argentina de quedarse con un partido que, en la previa, aparentaba ser más favorable para los serbios. Que el rival haya sido una potencia acrecienta aún más esa desazón en el entrenador, que con fastidio y frustración se retira del estadio a la espera de lo que será el enfrentamiento con Rusia el próximo miércoles.
En el plantel se percibe una sensación extraña, una mezcla de tristeza, por la derrota, y alegría, por el gran desempeño. Sin experiencia en mundiales, estos jugadores demostraron capacidad para poder pelearle mano a mano a cualquier equipo, dando claras muestras de solidaridad y compromiso, de trabajo y de talento.
Esta ajustada derrota no hace más que ratificar todo lo bueno que han hecho en este Mundial. El rendimiento se mantuvo y eso tranquiliza a Javier Weber, que respira calmo sabiendo que se dejó todo por conseguir una nueva victoria. Atrás quedaron las críticas para con él por el armado del equipo. Atrás, un poco más cercano, quedaron Francia, Japón, Venezuela y México.
Entre tanto fastidio al entrenador argentino se le esbosa una sonrisa. Está claro que más no se le puede pedir a estos jugadores.
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