Por Joaquín Branne
Más de uno se habrá imaginado una posible final entre Argentina y España. Creer o presentir que estos dos países jugarían por el primer puesto del Campeonato Mundial de Básquet no resulta llamativo si tenemos en cuenta la categoría de jugadores con las que cuentan ambos planteles. Lejos de ese contexto de final, sin la euforia y la ansiedad que conlleva un enfrentamiento por el primer puesto, se disputó el partido por la quinta ubicación.
Atrás quedaron los momentos de tensión y nerviosismo, los gritos alentadores y los festejos eufóricos. Atrás, un poco más cercano, quedó la tristeza luego de la derrota ante Lituania. Para Argentina, estaba en juego la posibilidad de revindicarse luego de aquella derrota y demostrar porqué es considerada una de las mejores selecciones del mundo.
Con las ganas y el orgullo de siempre, los dirigidos por Sergio Hernández salieron a la cancha en busca de una victoria que les permita recobrar ánimos en la finalización del Campeonato Mundial. Y así fue. La Selección Argentina logró imponerse por 86 a 81 ante España y se despidió con una sonrisa del torneo.
Muchos podrán decir que en nada sirve la victoria obtenida. Otros, un poco más positivos, aceptarán y elogiarán el desempeño del combinado nacional. Diversas cuestiones se ponen a la vista a la hora de sacar una conclusión del trabajo realizado por Argentina en Estambul. Si exploramos el tema desde el resultadismo, estamos en condiciones de decir que la Selección no cumplió de la manera esperada. Cuestionaríamos incansablemente la derrota ante Lituania y nos quedaríamos con la imagen desconsolada de su técnico. Recordaríamos la floja actuación ante Serbia y olvidaríamos la importantísima victoria ante Brasil y España. Sin dudas, tomaríamos los aspectos más negativos de un equipo que, si bien no fue de lo mejor del campeonato, cumplió una gran tarea en gran parte de los juegos que disputó.
Si abordamos el tema desde otra mirada totalmente opuesta, no sería extraño decir que la selección redondeó un torneo más que aceptable. Para ratificar esta afirmación hace falta recordar las grandes ausencias que tuvo que sufrir el plantel a pocos días de iniciar el Mundial. Que no hayan podido participar ni Ginóbili ni Nocioni agigantan aún más la imagen de un plantel que, sin ser menospreciado, no se asemeja al de Estados Unidos o Turquía. Significaría inentendible negar el esfuerzo y la entrega los jugadores argentinos. Olvidar esto simbolizaría desconsiderar al equipo y omitir la realidad. Un injusticia enorme para una legión que ha hecho más que méritos suficientes para quedar en la memoria de todos los argentinos.
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